lunes, 11 de junio de 2007

UCRANIA Y RUSIA. ¿Vecinos inseparables? III


por Nelly de Navia *


Al parecer, la actitud tomada por el gobierno de Kuchma se puede entender en parte, como respuesta a los intentos rusos de negociación con las organizaciones occidentales. Cuando se realizaron los primeros encuentros OTAN–Rusia , Ucrania empezó a jugar sus propias cartas, pues lo último que deseaba era quedar atrapada en la línea divisora entre OTAN y el CEI. Udovenk y Horbulin, cabezas del Consejo de Nacional de Seguridad y Defensa declararon, a partir de los acercamientos rusos a occidente, que “la meta estratégica de Ucrania era unirse a las organizaciones europeas incluyendo la OTAN”; y tan pronto como terminó la reunión de Yeltsin y Clinton, el Partido Rukh de Ucrania, declaró que este país debía aplicar por la membresía de la OTAN para protegerse de un posible imperio ruso rejuvenecido.

En vista de lo anterior y con Polonia, Hungría y República Checa como miembros de la OTAN, Rusia procuró desalentar el acercamiento de Ucrania con la organización atlántica y aumentó sus presiones para establecer una alianza militar con Bielorrusia, al mismo tiempo que procuró limar asperezas y evitar el trato tosco en su relación con las repúblicas ex soviéticas procediendo, por ejemplo, a coartar el separatismo radical ruso de Crimea.

A su favor, Rusia cuenta con un cierto desencanto ucraniano hacia occidente debido a su precaria asistencia, además de los fuertes lazos que aún vinculan a estos dos países, mismos que se han revalorado ante la dificultad para obtener acceso a la Unión Europea. Además, Ucrania al igual que Bielorrusia, tiene en su vecino el principal proveedor de energéticos y su industria está fuertemente imbricada. Así mismo, el gobierno de Kiev, como se mencionó anteriormente, tiene ante sí un gran dilema: Ucrania es hogar de 11.4 millones de rusos étnicos que representan al 20% de la población. Por el momento, no existe un conflicto real debido a su presencia en Ucrania, pero la propensión de los nacionalistas rusos de utilizar sus lazos con fines políticos es alta. En términos estratégicos, si Ucrania se convierte en estado miembro de la OTAN se complicaría la capacidad de combate de las tropas rusas del Mar Negro y se probablemente se desataría un nuevo conflicto con la marina ucraniana.

¿Dentro o fuera? Ucrania, gradualmente abandonó la postura inicial de Kuchma de oposición a la expansión de OTAN para dar indicios de una calurosa bienvenida a occidente. Entonces la pregunta aquí es: ¿debe ser invitada a ser miembro de la OTAN? y ¿cuáles serían las implicaciones tanto para Ucrania como para Rusia de dicha expansión?

Todos los pronósticos estadunidenses que apoyan la expansión de la OTAN hacia el Este contrastan, paradójicamente, con los comentarios al respecto del diseñador de la estrategia de contención durante el gobierno de Truman, George Kennan, el cual calificó a la expansión de la OTAN como “el error más fatídico de la política norteamericana en toda la era de la posguerra fría” , pues sus efectos serían simplemente nefastos: podría inflamar las pasiones nacionalistas en Rusia y Ucrania, impedir el desarrollo de la democracia rusa, promover una nueva guerra fría en las relaciones Este-Oeste y animar a los rusos a aventurarse en los lugares con problemas en el mundo.

Esta postura es muy coherente y coincido con Anatol Lieven cuando menciona que sólo existen tres escenarios que pudieran hacer de la membresía de Ucrania en la OTAN una buena idea: La primera es si Rusia fuera simultáneamente invitada; sin embargo, esto transformaría por completo la existencia de la alianza y su razón de ser. Las alianzas militares requieren, por definición, de un enemigo para mantener su cohesión, identidad y sentido. Y como el enemigo histórico de la OTAN fue y sigue siendo Rusia -aunque ahora se hayan agregado nuevas amenazas a la lista- ocurre simplemente que, como lo sintetiza Mandelbaum, “con Rusia como miembro, la OTAN ya no sería OTAN”. En el caso de que esta organización se quiera recubrir bajo una faceta más política como lo ha venido anunciando en los últimos años y si es verdad que se está convirtiendo en un amplio pacto para promover la seguridad común, el avance democrático y la estabilidad económica, duplicaría la existencia de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) y no tendría mucho sentido su existencia.


Por otra parte, si la OTAN mantiene el mismo estatus con el que nació, como una alianza defensiva militar, podría expandirse hacia Rusia únicamente si se convierte en el componente militar de un frente unido ruso-occidental en contra de China o el mundo islámico. Claro está, que los escenarios anteriores parecen al momento un tanto improbables, y más ahora que Turquía esta buscando su entrada a la Unión Europea y China cuenta con excelentes relaciones con occidente. Si China utiliza su crecimiento económico y fuerza militar para buscar una confrontación con los Estados Unidos en Taiwán y Corea, entonces una vez más, la necesidad de buscar a Rusia se incrementará para los Estados Unidos. En estas circunstancias, diez o quince años parecerían razonables para invitar a Rusia y Ucrania a incorporarse a la OTAN, pero por el momento no es un tema que se encuentre en la agenda.

Ahora también cabe preguntarse hasta qué punto los electores occidentales están decididos a mandar a sus soldados para pelear en defensa de Ucrania como miembro de la OTAN. En el caso de Polonia, República Checa, Hungría, Rumania y Eslovenia, es más una posibilidad teórica, porque existen pocas posibilidades de ser atacados. Sin embargo, este no sería el caso de Ucrania por las disputas con Rusia en Sevastopol, lo que también lo vuelve un incentivo para que Ucrania busque el patrocinio de la OTAN conforme se acerque el fin del plazo.(2)

Conclusiones:

Por el momento y en un futuro cercano, no existen motivos para invitar a Ucrania o Rusia a ser miembros de la OTAN; sin embargo, prevalece la convicción entre algunos líderes occidentales y ucranianos, de convertir a Ucrania en un buffer state en contra de la Federación rusa e incentivar su separación en lo económico, político y cultural, debido al miedo de que pueda resurgir de Rusia un proyecto imperialista, como ya se experimentó en ocasiones anteriores. Este esfuerzo significaría un enfrentamiento, no sólo entre Rusia y Ucrania sino al interior de Ucrania misma, lo que sería una gran amenaza a su paz y estabilidad, pues no hay que olvidar que el 20% de la población ucraniana es de origen ruso. Si bien este poder de desestabilización ha sido muy exagerado, lo cierto es que es una de las armas más poderosas de los rusos en Ucrania y que el alcance de ésta dependerá en mucho de los gobiernos ucranianos y sus tratos a las minorías.

El intento de convertir a los vecinos de Rusia en un cordón sanitario en contra de ésta, “resulta un proyecto innecesario y hasta tonto, pues además de acarrear problemas nacionalistas, Ucrania desempeña este papel adecuadamente simplemente por el hecho de existir como un estado independiente e internacionalmente reconocido”. Para analistas como Maria Kopylenko, si Ucrania gira a favor de oriente u occidente, dividirá a Europa en esferas de influencia, así que un argumento razonable puede ser que la política exterior ucraniana sea de cooperación con ambos lados. Ucrania debe permanecer como socio estratégico de Rusia en todos los campos -políticos, económicos y militares- pero a la vez debe reconocerse que la estabilidad de Ucrania es también interés de occidente y debe tener independencia de Rusia.

A la fecha, el resurgimiento del espectro de la amenaza rusa es improbable si se toma en cuenta que el gasto en armamento de tan sólo tres de los miembros de la OTAN - Gran Bretaña, Francia y Alemania-, excede el gasto total que actualmente ejerce Moscú en ese rubro, sin considerar que Europa occidental tiene aproximadamente tres veces más población y su fuerza económica es siete veces mayor que la de Rusia, por no mencionar la incompetencia de un ejército que no es capaz de invadir su propio país, como quedó de manifiesto con la derrota en Chechenia en 1996. Tampoco existen señales que indiquen que Rusia pueda derrocar la independencia ucraniana; sin embargo, no hay que menospreciar la amenaza potencial de un país que dominó por más de cuarenta años la mitad del globo.

El problema de Sevastopol entre Rusia y Ucrania, todavía no está resuelto sino congelado por 10 años más y nadie sabe cual será el desenlace. Así mismo, el desconocimiento de Rusia como potencia regional ha causado el descontento de varios integrantes de la Duma. Probablemente, si continua el estrechamiento del cerco sobre Rusia conducirá en un futuro a una nueva versión de Guerra Fría como lo advirtió Yeltsin en diciembre de 1994 ante los miembros de la alianza atlántica: “la consecuencia de estar sembrando las semillas de la desconfianza será sumergir a Europa en una nueva Guerra Fría.” . Cabe preguntarse qué tan efectiva puede ser la pretendida estabilización de Europa central si se está sometiendo a la región a una tensión que amenaza con reabrir un nuevo capítulo de Guerra Fría, con todos los efectos que esto conlleva, en particular, la interrupción de las negociaciones sobre desarme, el estímulo para una nueva carrera nuclear y para el ascenso de los sectores más nacionalistas y beligerantes en Rusia.

No hay manera de diseñar una estabilidad europea sin Rusia y elevar el sentimiento de inseguridad en Moscú puede llevar hacia la intransigencia en las negociaciones sobre control de armas, reduciendo así recíprocamente la seguridad occidental: “La clave para la consolidación de la paz en Europa descansa no en la expansión de la OTAN sino en la estimulación para que Rusia viva en armonía con sus vecinos y acepte profundas reducciones negociadas en su arsenal nuclear.”
El intento de defensa contra una amenaza ahora inexistente, puede producirla y convertirse en una “profecía auto cumplida”, pues no existe manera de promover seguridad para unos, infundiendo inseguridad en otros. La complejidad de la situación ucraniana hace de su futuro algo impredecible, pero hay que reconocer que la armonía entre rusos y ucranianos es vital para la estabilidad, no sólo de Ucrania sino de la región entera.
Ibid.
Ibid.
Maria Kopylenko, “Ukraine: Between NATO and Russia”, en Mattox y Rachwald (eds.), Enlarging NATO, London, Lynne Reinner Pulishers, 2001, pp. 189-190.
Antonio Sánchez Pereyra, Geopolítica de la expansión de la OTAN, México, UNAM, 2003, p. 109.
Ibid.
Ibid.

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